14-04-2022
Luis Murillo, es Novelista, Guionista de Cine y TV, su artículo Visita a los monumentos, ha sido publicado en «Nosotros» Pinceladas Culturales para Hinojosa del Duque en el Nº 29 del mes de marzo de 2022.
El artículo se puede leer a continuación.
Visitas a los monumentos
Cuando el incansable y animoso Antonio Gil me pidió que escribiera sobre alguna vivencia personal de la Semana Santa en Hinojosa del Duque, de inmediato acudió a mi mente la honda tradición de visitar los monumentos la tarde del Jueves Santo, tras los Oficios religiosos de ese día. Una tranquila peregrinación por cinco estaciones con partida y llegada al mismo templo.
El monumento, del latín “monumentum”, que significa sepulcro, guardaba al Santísimo desde la misa de la Cena del Señor hasta la finalización de los Santos Oficios del Viernes Santo. Durante este tiempo, en mi niñez y adolescencia, la custodia del Cuerpo de Cristo en cada templo hinojoseño se escenificaba de una forma diferente. La parroquia de san Juan rodeaba el sagrario con una puesta en escena clásica de los elementos ornamentales. El convento de las Religiosas Concepcionistas destacaba por su austeridad y sencillez. El monumento de los padres Carmelitas exhibía una gran suntuosidad y cierto barroquismo. Y, finalmente, la parroquia de san Isidro Labrador sobresalía por su imaginación para innovar cada año con una estética diferente.
Uno de los rasgos más destacables de esta tradición semanasantera era su carácter familiar. La tarde del Jueves Santo se caracterizaba por una oleada de familias que, nada más terminar los Oficios, iniciaban una peregrinación por cada templo donde, tras un corto espacio de tiempo de reflexión, la madre rezaba en voz alta siete padrenuestros.
Otra característica de esta peregrinación religiosa eran las visitas institucionales ya entrada la noche e, incluso, la madrugada, “para que el Señor no se quedara solo toda la noche”. Visitas que estaban organizadas por las mujeres y hombres de Acción Católica, la Orden Tercera de los padres Carmelitas y la Adoración nocturna. Yo solía participar en alguna de estas visitas: largas, tranquilas, reflexivas. Visitas que ahora las recuerdo con nostalgia dado el tiempo vertiginoso que nos ha tocado vivir. Sobre todo, los que habitamos en grandes ciudades, donde el silencio y la reflexión son un bien escaso.
Mientras escribo estas líneas me asaltan pensamientos como éstos. ¿Por qué escribo sobre los monumentos y no sobre las maravillosas procesiones y cofradías hinojoseñas? O sobre los disciplinados costaleros o los esforzados integrantes de las bandas de cornetas y tambores que ensayan semanas y meses, robándole tiempo al ocio para mayor esplendor de los desfiles procesionales… Tal vez porque, desde la gran ciudad, valoro mucho más el silencio que los fuegos artificiales y la reflexión más que el deslumbramiento.
Y, por último, mi más rendido homenaje a las mujeres que trabajaban y trabajaban para rodear cada monumento de una gran belleza. A veces, la hermosura de una flor situada estratégicamente delante de la puerta del sagrario ayudaba a comprender la infinita grandeza del Dios que reposaba en su interior.
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